La Pontificia, Real e Ilustre Hermandad matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, cuyo origen se remonta al siglo XVI, es la encargada del cuidado y protección de la Virgen del Rocío, de la administración y organización de los cultos y romerías. Se encarga de cuidar el santuario, la casa de la Virgen, custodia sus vestidos y exvotos. Asimismo se ocupa de aceptar como filial a las nuevas hermandades y que se integren en el seno de la numerosa familia rociera.
Existen más de cien hermandades afiliadas a la Hermandad de Almonte, la mayoría son de las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, otras proceden de Málaga, Valencia, Madrid, Alicante y Toledo y hasta existe una hermandad de Bruselas. A estas se suman las hermandades no filiales, las asociaciones privadas y las agrupaciones nacionales e internacionales. Y es que la devoción por la Virgen del Rocío traspasa fronteras.
El paso de las hermandades por el Río de Quema, la presentación de todas las congregaciones ante la hermandad matriz o el salto de la reja, por parte de los almonteños para sacar la Virgen en procesión, se consideran momentos de especial relevancia.
Resultan muy emotivas las paradas nocturnas en distintas ubicaciones del camino, y la Salve que cada noche se reza al Simpecado antes de retirarse los peregrinos a descansar para reemprender la marcha al día siguiente.
El Simpecado es la insignia que tiene cada Hermandad, representa a la Virgen, se le venera al máximo y durante todo el año reposa en las sedes de las hermandades. Durante el camino hacia la aldea almonteña, cada hermandad porta el Simpecado sobre una carreta para ser presentado a la Blanca Paloma en la mañana del Lunes de Pentecostés.